Fue el filósofo francés Jean-Paul Sartre quien llamó el aburrimiento “la lepra del alma”. Y es que el tedio parece ser una especie de gris purgatorio donde no sucede nada. En un espacio anímico en donde no hay goce, ni sufrimiento, el sentido de la existencia se disuelve en la pastosa sensación de no sentir la vida y ni siquiera temer la muerte.
Wijnand Van Tiburg, profesor de Psicología de la Universidad de Essex en el Reino Unido, repasa las referencias históricas de este brumoso sentimiento. Un artículo publicado por The Conversation refiere sus antecedentes.
Ya un poema latino de Lucrecio (99-55 a.C.) describe la vida tediosa de un romano rico que huye a su casa de campo. Sólo para encontrarse igualmente aburrido allí.
El aburrimiento inglés
La primera mención registrada de la palabra «aburrimiento» en el idioma inglés parece ser en el periódico británico The Albion en 1829, en la frase (francamente impenetrable). «Tampoco seguiré otro modo precedente de aburrimiento, y me complaceré en un laudatorio apóstrofe a los destinos que presidieron mi formación.»
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Sin embargo, fue Charles Dickens quien popularizó el término en Bleak House (1853). Allí la aristócrata Lady Dedlock dice que ha sido «aburrida hasta la muerte». La causa es entre otras cosas, el clima difícil, el entretenimiento musical y teatral sin importancia y el paisaje familiar.
El aburrimiento se convirtió en un tema popular en la escritura victoriana inglesa. La vida de la clase alta mantiene al fastidio como el signo de posición social privilegiada. El personaje de Dickens, James Harthouse (Hard Times, 1854), por ejemplo, parece apreciar el aburrimiento perpetuo como indicativo de su alta crianza.
Los existencialistas lo condenan
Para los filósofos el aburrimiento constituyó un tema, como ya lo vimos en la frase de Sartre. El danés Søren Kierkegaard, por ejemplo, escribió: «Los dioses se aburrieron; por lo tanto crearon a los seres humanos». Esto fue, según él, sólo el comienzo del problema con el aburrimiento. Eventualmente llevaría a Adán y Eva a cometer su pecado original.
No es de extrañar que Kierkegaard declarara que el tedio es la raíz de todo mal. Varios otros filósofos compartían esta visión desfavorable. Friedrich Nietzsche, coincidiendo con Kierkegaard, señaló que: «El aburrimiento de Dios en el séptimo día de la creación sería un tema para un gran poeta.»
Para Arthur Schopenhauer la capacidad humana para el aburrimiento era nada menos que una prueba directa de la falta de sentido de la vida. En su ensayo «Estudios sobre el pesimismo», escribió que el ser humano, posterior a la satisfacción de las necesidades, “todo lo que obtiene es un estado de indolencia, en el que no le queda nada más que el abandono al aburrimiento”.
El siglo XX fue testigo del surgimiento de la psicología como disciplina científica. Mientras que nuestra comprensión de muchas emociones se incrementó, el aburrimiento fue sorprendentemente dejado de lado. El poco trabajo psicológico sobre el aburrimiento era más bien especulativo, y la mayoría de las veces excluía los datos empíricos.
Nuevas perspectivas
Sin embargo, durante las últimas décadas, la imagen del aburrimiento ha cambiado una vez más, y con ella ha llegado una apreciación más afinada. El desarrollo de mejores instrumentos de medición permitió a los psicólogos examinar el aburrimiento con mayor precisión
Así se ha determinado que el aburrimiento puede ser problemático, como nos aseguraron los existencialistas. Aquellos que se aburren fácilmente tienen más probabilidades de estar deprimidos y ansiosos. Tienen tendencia a ser agresivos y perciben la vida como menos significativa.
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Sin embargo, la psicología también descubrió un lado mucho más brillante del aburrimiento. Los investigadores descubrieron que el aburrimiento fomenta la búsqueda del sentido de la vida, impulsa la exploración e inspira la búsqueda de novedades.
Demuestra que el aburrimiento no sólo es una emoción común sino también funcional. Hace que las personas reconsideren lo que están haciendo actualmente en favor de alternativas más gratificantes. Por ejemplo, el aumento de la creatividad y las tendencias prosociales.
Más que una simple enfermedad de las clases altas o un peligro existencial, el aburrimiento parece ser una parte importante del arsenal psicológico de que disponen las personas en la búsqueda de una vida plena.