“Es evidente que los estadounidenses tienen una fascinación por las armas y aman sus armas”. Así describe Adam Winkler lo que significa poseer un arma para el ciudadano común de los Estados Unidos. Una fascinación que los embruja, solo comparada con la producida por el aro del “Señor de los Anillos”.
En su libro “Gunfight”: La batalla por el derecho a tener armas en América,” Winkler intenta descifrar esta pasión. No es tarea fácil porque los sentimientos no se prestan tan fácilmente a la disección. Y en este caso estamos tratando con un fetiche de alto calibre, unos peligrosos juguetes preñados de oscuros significados. Desde los mosquetes hasta las ametralladoras, este bizarro amor es tan antiguo y tan complicado como el propio país.
Poseer un arma para ser libre
Sin embargo, el profesor de derecho constitucional en la Universidad de California propone algunas claves interesantes. Una de ellas reside en el origen de ese país. Su mito de fundación los hace ver como revolucionarios armados que lucharon contra un gobierno tiránico. En este hecho histórico poseer un arma era disponer de una herramienta libertaria. “Seriously?”, ¿Cuántos países han pasado, y están pasando por el mismo proceso? Según esa lectura toda Latinoamérica debería ser heredera de ese fanatismo por su lucha independentista. No es muy convincente.
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Otra idea: “También somos una nación cuya identidad está muy ligada a cosas como el Salvaje Oeste”. Según Winkler, las condiciones “salvajes” del oeste norteamericano promovieron una cultura de armas que permanece hasta hoy. Es bueno preguntarse por el significado de “salvaje” en esa zona geográfica. ¿Serán los pueblos nativos y el propósito de exterminarlos a balazos?¿Por qué andaban todos armados?¿Por los osos y los coyotes?
El rifle como mito fundacional
Para A.J.Somerset autor de “Armas: la cultura y el credo del arma” esta pasión es mitológica. “El arma ocupa un lugar más o menos central en la mitología nacional. Toda la mitología que surge de la Revolución Americana coloca al rifle en el frente y en el centro.”
Poseer un arma es visto por los estadounidenses como un derecho fundamental consagrado en la Segunda Enmienda de la Constitución. Lo realmente curioso es que los otros derechos también consagrados en su Carta Magna no parecen despertar la misma fascinación. No parecen rasgarse las vestiduras por el derecho a un juicio imparcial o la libertad de prensa. Otra cosa es que alguien se atreva a regular el porte de armas pues se desata un infierno. El gobierno puede espiar y violar la privacidad de sus ciudadanos. No hay problema siempre y cuando los arsenales de guerra domiciliarios permanezcan intocables.
Protección y autosuficiencia
De acuerdo a Winkler la Asociación Nacional del Rifle ha jugado un rol importante en otra idea justificadora. Este asociación ha contribuido significativamente a vender la noción a los estadounidenses que las armas son su garantía de protección. Protección y autosuficiencia construyen una identidad que los tranquiliza frente a la adversidad. “Esto es lo que hace un individuo autosuficiente y honrado”, dice Winker. “Se protege a sí mismo, protege a su familia y no se rinde ante nadie.”
Los mitos no son estructuras racionales. Cuando son muy poderosos invaden la psique de un colectivo y generan comportamientos incomprensibles. Y eso no sería tan malo, el problema es la dirección que pueden tomar estas fuerzas. En este caso, cuando inspiran la eliminación de todo aquello que atente contra la identidad de su portador.
Los tiroteos en las escuelas y contra inmigrantes dan buena cuenta de esta irracionalidad. ¿Qué oscuro poder transfiere poseer un arma a ciudadanos acorralados por un miedo que no comprenden? ¿Cómo descifrar que su mejor opción ante una pandemia sea comprar la mayor cantidad de armas posible?