Airbus-Boeing

La cumbre entre los líderes europeos y Biden acaba con el enfrentamiento en torno a los dos gigantes aeronáuticos

Estados Unidos y la Unión Europea han anunciado este martes un acuerdo para poner fin a su larga disputa en torno a los subsidios de los fabricantes de aeronaves Airbus y Boeing, el primer pacto de calado que marca negro sobre blanco la apertura de una nueva etapa más allá de las buenas palabras.

Las partes han consensuado dejar en suspenso durante cinco años los aranceles que se habían cruzado como consecuencia de este conflicto, por un valor de 10.300 millones. Entre estos, están los que penalizaban las ventas a EE UU de productos españoles como el vino o el aceite de oliva.

El acuerdo, fraguado en el marco de la primera cumbre bilateral entre el presidente Joe Biden, el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, muestra el cambio de rumbo de Washington, que apuesta por suavizar su frente comercial con los socios al otro lado del Atlántico con el fin de hacer un frente común ante la competencia desleal del régimen autoritario chino.

“Estados Unidos está de vuelta, quizá nunca nos fuimos del todo”, señalaba Biden ante la prensa momentos antes de empezar la cumbre.

El mandatario ha destacado la buena sintonía con la OTAN y la UE, marcando distancias con el anterior presidente de EE UU, Donald Trump, de forma explícita. “Tengo una visión muy diferente a la de mi predecesor”, ha asegurado Biden, a lo que la jefa del Ejecutivo comunitario ha respondido: “Los últimos cuatro años no han sido fáciles”. “Nos alegra mucho que EE UU esté de vuelta”, celebró Michel, quien aseguró que este primer encuentro es solo “el punto de partida” para una intensificación de las relaciones.

La embajadora Katherine Tai, alta representante de Estados Unidos para el comercio, explicó en una llamada a la prensa que este tipo de pacto representa “el modelo” que Estados Unidos usará “en otros retos que plantea China y otras competencias que no siguen el [modelo] de [libre] mercado”. Los gravámenes ya se habían quedado congelados durante cuatro meses el pasado marzo, una primera indicación de cambio de ciclo con el demócrata en la Casa Blanca, mientras las partes negociaban.

La disputa de la industria aeronáutica comenzó en 2004 con una serie de denuncias cruzadas por los subsidios otorgados por ambos bloques a sus principales fabricantes de aviones. Washington se apeó de un pacto de ayudas para el sector y demandó a la UE ante la Organización Mundial del Comercio (OMC), alegando que Airbus había recibido subsidios de los Gobiernos europeos.

La UE respondió con una denuncia a los incentivos fiscales que EE UU había aplicado a Boeing. La OMC los declaró ilegales en ambos casos, de modo que en 2019 dio luz verde a la Administración estadounidense para aplicar represalias sobre productos de la UE por valor de 6.900 millones de euros y en 2020 permitió que los Veintisiete aprobasen su propia ronda por valor de 3.400 millones sobre las ventas estadounidenses.

El castigo afectó a numerosas actividades, incluida la producción vinícola y de cítricos en España. Bruselas calcula que las empresas europeas y estadounidenses han pagado en total unos 3.000 millones de euros en aranceles como consecuencia de las represalias.

La cumbre bilateral de la UE y EE UU de este martes es el primer intento para enterrar el hacha de guerra comercial que Donald Trump blandió durante cuatro años. La cita llega apenas seis meses después de que Joe Biden tomara el relevo de la presidencia estadounidense y marca el inicio de un mejor entendimiento entre Bruselas y Washington, aunque lejos del sueño de un gran acuerdo transatlántico de libre comercio como el que se negoció con la Administración de Obama y que nunca llegó a buen puerto. Ambas partes se conforman ahora con pactos sectoriales, sobre todo en el área de estándares tecnológicos para marcar el terreno a China.

En esa reunión también se ha intentado, aunque sin éxito inmediato, poner fin a la guerra arancelaria desatada por Trump para proteger al sector del acero y del aluminio estadounidense, presuntamente golpeado por la competencia desleal de otros países, entre ellos los europeos. En ese terreno, la disputa parece más alejada de la resolución, por la resistencia de la delegación de Biden a aceptar un compromiso firme con la retirada de los gravámenes adoptados durante la pasada presidencia. Por lo tanto, ambos sectores se han quedado fuera del acuerdo entre la UE y EE UU.

Industrias “neurálgicas”

Las conclusiones de la cumbre señalan que aprovecharán el modelo del acuerdo sobre el sector aeronáutico para intentar resolver el resto de disputas. El texto indica que “nos involucraremos en negociaciones para permitir la resolución de las diferencias existentes sobre medidas en acero y aluminio antes de fin de año”.

Bruselas deseaba una formulación más concreta, como en el caso de Airbus-Boeing. Pero el equipo de Biden se ha resistido, al menos en los contactos previos a la cumbre, a aceptar un plazo demasiado concreto dado que la retirada de los aranceles puede tener repercusiones en las urnas en los Estados donde radican esas industrias, un coste temible de cara a las citas electorales de 2022, en las que Trump espera volver a la carga.

Aun así, Von der Leyen se ha mostrado convencida de que “avanzaremos rápido” en la negociación. Y ha recordado que la decisión de suspender las represalias europeas durante seis meses “da un margen de tiempo para encontrar un acuerdo” sin que se produzca una escalada de aranceles.

Los avances serán más fluidos en lo que tanto Bruselas como Washington califican como “el arranque de una agenda positiva y el establecimiento de una plataforma efectiva para la cooperación”. El primer fruto tangible del nuevo entendimiento será la creación de un foro de alto nivel, bautizado como Consejo de Comercio y Tecnología UE – EE UU, dedicado a impulsar el comercio y la inversión transatlántica.

El nuevo Consejo se encargará de limar las posibles barreras comerciales y allanará el camino para un alineamiento de las políticas de ambos lados del Atlántico en el sector digital. La colaboración también se centrará en garantizar la seguridad y fiabilidad de las cadenas de suministro en el sector tecnológico para evitar la excesiva dependencia de terceros países y la repentina carencia de algún suministro esencial, como ha ocurrido durante la pandemia con los microchips.

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