Adjudicarle un “ismo” a la ciencia puede parecer una herejía para los seguidores del cientificismo. Y es que la ciencia resulta para sus adoradores un reino celestial donde habitan las ideas puras, las verdades inmaculadas.
El método científico es tan poderoso que puede generar un cuerpo doctrinario, sin que ni siquiera se note. Una estructura que recrea un sistema de creencia de carácter religioso que no se asume como tal. Más bien, situada desde la orilla opuesta señala el carácter ficticio de cualquier otra verdad. Porque al fin y al cabo, el cientificista se apropia de lo real.
El mundo real, el universo se explica con “verdades” científicas. Allí están los sumos sacerdotes científicos para demostrarlo. Allí están los “papers”, que aunque sean incomprensibles para el vulgo, tienen gráficos y ecuaciones, tienen poder.
La metafísica del cientificismo
La idea básica del cientificismo consiste en considerar a la ciencia experimental como paradigma de objetividad y racionalidad. Un camino expedito que nos permite acceder a la verdad.
Sin embargo, la ciencia no trata con verdades. Pretender que existe un criterio superior que ilumine la operatividad del universo es una construcción metafísica. La ciencia se ocupa del acaecer. Lo describe y lo manipula con gran eficacia desde nuestra percepción humana, la única posible. Su dominio abarca la penultimidad del mundo. Su objeto de estudio es aquello que está más acá de la pretensión de una súper explicación de lo real.
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La ultimidad es terreno de la filosofía y de la religión. Estudiar el fondo cósmico de microondas para entender el alcance del Big Bang es un asunto científico. Responder a la pregunta por qué hay ser en vez de nada, no le interesa ni le compete a la ciencia.
Fuera de la ciencia, nada existe
El cientificismo se ha desarrollado por etapas. Primero se afirmó que la ciencia moderna venía a sustituir a la antigua filosofía natural. Después se pensó que la ciencia se bastaba a sí sola para solucionar todos los problemas. Esta actitud ha implicado el señalamiento de las demás formas de conocimiento como carentes de sentido.
A pesar de los cuestionamientos provenientes de la filosofía de la ciencia, es una visión vigente en nuestra cultura. El culto a la ciencia suele estar implícito cuando se desdeñan disciplinas como la filosofía o la historia. O cuando se dice que solo tenemos que creer aquello que puede ser demostrado científica o empíricamente. Más radical, cuando se sostiene que todo aquello que la ciencia no puede demostrar, simplemente no existe.
El círculo vicioso del único conocimiento fiable
Como lo señala el filósofo español Enric F. Gel, esta prepotencia hunde al cientificismo en una terrible contradicción. Pensar la ciencia como la única vía para alcanzar la verdad no puede ser demostrado científicamente. Que solo hay que creer aquello científicamente demostrable tampoco es demostrable científicamente. Según sus propios estándares, el cientificismo debe ser rechazado por no ser una disciplina científica.
No es posible demostrar científicamente que la ciencia es la única forma de conocimiento fiable. La ciencia ni siquiera es capaz de establecer desde sí misma que es una forma de conocimiento fiable. Si lo hiciéramos, entonces caeríamos en un absurdo razonamiento circular. Estaríamos diciendo que la ciencia es una forma de conocimiento fiable porque lo dice la ciencia. Y hay que fiarse de lo que dice la ciencia porque la ciencia es una forma de conocimiento fiable.
La salida extra científica
La única salida a este dilema requeriría abandonar el método científico. Luego, desde una perspectiva extra científica descubrir que la ciencia nos proporciona una descripción válida de la realidad. Pero la misma existencia de esa fuente extra científica refutaría las pretensiones del cientificismo. Y para este “ismo”, fuera de la ciencia, no hay conocimiento.
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Paradójicamente, una crítica al cientificismo supone revalorizar el conocimiento científico. La validez del conocimiento que genera la ciencia es de una certeza aplastante. Pero bajarla de los nichos religiosos nos permite comprender mejor su perspectiva de la realidad.