La pandemia sacó del baúl al mundo online como alternativa de la educación frente al confinamiento, pero al mismo tiempo empeoró las desigualdades en los escolares.
El COVID-19 exacerba la exclusión de los alumnos con menos recursos y en especial en los países más pobres. Organización de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) divulgó un demoledor informe donde expone la compleja situación.
El estudio titulado «Informe de Seguimiento de la Educación en el Mundo 2020: Inclusión y educación», es aterrador. Advierte que 260 millones de niños no tuvieron acceso a la educación en 2018 y que las disparidades aumentaron con la pandemia.
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En 2018, «258 millones de niños y jóvenes fueron completamente excluidos de la educación, con la pobreza como el principal obstáculo para el acceso», apuntó el informe.
Un mundo online forzado
Según la UNESCO las diferencias no se aprecian solo entre diferentes Estados, sino en el seno de los propios países. Es tres veces más probable que los adolescentes más pudientes terminen el primer ciclo de la secundaria que los de familias más desfavorecidas.
Las dificultades se agravan en el mundo online. También los discapacitados, los inmigrantes y las minorías étnicas se encuentran en una clara desventaja educativa.
La agencia de la ONU observa que ninguna mujer de un entorno rural completa la secundaria en al menos 20 países. Tras el estallido de la pandemia millones de estudiantes tuvieron que quedarse en casa. Las clases a distancia surgieron como herramienta para continuar con el proceso de aprendizaje.
Sin embargo, en el día a día numerosos alumnos y maestros presentan serias dificultades para acceder a Internet. La realidad muestra que el mundo online no sustituye a la educación presencial, al menos por ahora.
La educación a distancia es el nuevo escenario para algunos alumnos, pero es una quimera para la mayoría. La burocracia y la corrupción de algunos gobiernos se encargan de agravar las desigualdades. Las frecuentes fallas eléctricas se suman a la problemática de comunidades enteras.
Desde hace tiempo el acceso a internet es considerado como un derecho humano universal. Antes de conocerse el coronavirus pocos apostaban por ese mundo online que abre un sinfín de alternativas para el proceso educativo.
Nuevo paradigma educativo
Forzados por la pandemia los docentes y las autoridades educativas se agarraron a lanzar las primeras clases on-line. Los maestros sin experiencia alguna en entornos fuera de las aulas también presentan dificultades, incluso para evaluarse a sí mismos. Su creatividad y su disposición aportan poco, pues se requiere de una preparación más formal.
Se trata de un nuevo paradigma para la educación que pocos gobiernos podrán enfrentar. Para los organismos y las ONG ahora nacen dudas en torno a lo académico que se queda relegado en el mundo online.
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La valoración de las desigualdades que esta nueva realidad genera en los alumnos pobres no se tomó en consideración. Millones de escolares además carecen de recursos para adquirir un ordenador que les permita avanzar en su enseñanza. Permanecen anclados y sin esperanza en las estructuras presenciales que no llegan.
La UNESCO insta a los países a centrarse en aquellos escolares que se han quedado rezagados a fin de fomentar sociedades más igualitarias.