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Colocar la fascinación por las mascotas bajo una óptica científica para desentrañar sus mecanismos no necesariamente conduce a conclusiones contundentes. Después de todo, se trata de una fascinación que además de ser muy antigua, parece estar enmarañada con sentimientos atávicos. Como en toda manifestación de cariño, hay algo que siempre parece escapar a los análisis objetivos.

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Si bien es cierto que la explicación científica cuenta con estudios al respecto, muchos de sus resultados presentan contradicciones. Así lo señala un artículo sobre el tema publicado por la BBC en el cual se refieren conclusiones contrapuestas sobre esta particular relación.

Las mascotas eran lobos

Se parte del hecho que somos la única especie que tiene mascotas y que tal convivencia se remonta a unos 27.000 años. Nuestros antepasados posiblemente  capturaron lobos merodeadores y los domesticaron para labores de cacería. Poco a poco se volvieron animales más mansos, y evolucionaron hasta convertirse en perros.

La posesión de las mascotas se convirtió desde entonces en una práctica común para muchas culturas. Sin embargo, no solo eran animales que prestaban un servicio útil. La voluntad de adoptarlas requiere  comida, atención sanitaria y una casa en la que vivir y eso demanda esfuerzo y gastos.

Para prolongar la vida

Durante un tiempo prevaleció la visión de que, además de compañía, las mascotas proveen de beneficios para la salud. Se sostenía que tener una mascota aumentaba el bienestar psicológico, incluso que podían hacer que sus dueños prolongaran sus vidas.

Sin embargo, el resultado los estudios al respecto es contradictorio. Mientras algunos demostraron que las mascotas pueden ser beneficiosas para la salud, otros más recientes, concluyeron que  provocan lo opuesto. Por ejemplo, una investigación halló que los dueños de mascotas muestran una tendencia hacia problemas de salud mental y de depresión.

¿Nos hacen más felices?

Otra indagación investigativa sugiere que la felicidad de aquellos que tienen animales en casa no es mayor a la de los que no tienen mascotas. que la de los que no cuentan con su compañía. Pero aunque los supuestos beneficios han sido ampliamente desacreditados, siguen perpetuándose en los medios más populares.

John Bradshaw, de la Escuela de Ciencias Veterinarias de la Universidad de Bristol, en Reino Unido corrobora este mito. “La gente no vive más si tiene mascota. Ese argumento ya se desechó”, remarca. “Hay mucho de historia y de cultura en el deseo de cuidar de los animales, pero básicamente es un instinto que solía ser una señal clara de la capacidad humana de hacerlo”.

Un fenómeno social

James Serpell, profesor de ética y bienestar animal en la Universidad de Pennsylvania, Estados Unidos, profundiza esta idea. El experto asegura que las mascotas dejaron en los humanos beneficios evolutivos. Por constituir una especie social, establecemos relaciones con otros individuos, incluidas las mascotas.

“Los humanos con falta de apoyo social son más vulnerables a las enfermedades y las infecciones”, añade. Sin embargo, admite que es difícil demostrar este efecto y que, como se ha visto, los resultados son inconsistentes. El afecto a las mascotas se resiste a este escrutinio.

Adicionalmente hay que considerar el papel de la cultura pues no todas las sociedades tienen mascotas. Un análisis transcultural llevado a cabo en 60 países así lo evidencia. Cincuenta y dos de ellos tienen perros, pero sólo en 22 son considerados compañía o mascota.

Pueden ser sólo memes

Harold Herzog, de la Universidad de Carolina del Sur, en EE.UU., dice que el culto de las mascotas es exclusivamente cultural. Las tenemos porque otros las tienen, porque es “socialmente contagioso”, explicó Herzog. Acompañarnos de animales domésticos es  un meme, una tendencia que se refuerza constantemente debido a su propia popularidad.

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Sin embargo, Serpell no comulga con esta hipótesis. El experto cree que el tener una mascota se produjo de forma natural en las comunidades cazadoras-recolectoras, que es inherente a la evolución de éstas.

De modo que  es realmente difícil determinar qué es exactamente lo que hace que los humanos tengan animales de compañía. Es posible que sea una combinación de factores. Pero mientras lo averiguamos, continuamos compartiendo con las mascotas esa inexplicable pero cálida compañía.

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