Las multinacionales Nike y Adidas, rivales en el sector de la moda deportiva, se aliaron en las redes sociales para enviar un mensaje contra el racismo, pues en el negocio todo cabe.
En esas redes fundidas de negro también participan cantantes, celebridades, políticos e influencers de todo el globo. Aquel que no lo haga como el actor afrodescendiente Morgan Freeman lo fusilan con expresiones graves. Su popularidad se viene al piso tras ser acusado de xenófobo, fascista e intolerante.
La muerte George Floyd, en manos de un policía blanco en Minneapolis, desató una ola de protestas e incendios en Estados Unidos que no para de crecer. El valiente actor de raza negra que prefiere hablar de blancos y negros, no de afroamericanos, animó a las personas a dejar de lamentarse y empezar a esforzarse.
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Freeman instó a los negros y a todas las personas en general a entregar vida a aquello que desea. “Menos protestar y más trabajar. Porque la culpa de tus fracasos suele ser tuya: no del vecino, ni del sistema que nos oprime”, comentó.
El racismo oportunista
En una polémica entrevista el actor que encarnó al expresidente Mandela, señaló que “un Occidente macilento como el que tenemos hoy sólo necesita una virtud para despertar de su viscoso letargo: la fortaleza. Y la fortaleza no consiste en exhibiciones de fuerza bruta. Consiste, mayormente, en no quejarse”. Por tales palabras ahora los negros no perdonan a Freeman quien compara al racismo con la ideología de género.
A la pregunta de cómo nos liberamos del racismo, solo respondió: “cuando dejemos de hablar sobre eso”. Observa además que los valores actuales se fundamentan en la exigencia continua y perpetua de derechos, jamás de deberes. Sostuvo que la fortaleza no consiste en exhibiciones de fuerza bruta como protestas, saqueos e incendios. Consiste, según él, en no quejarse.
Otros catedráticos que han osado advertir sobre el multimillonario negocio de ser negro los acusan de supremacistas. En el mejor de los casos los condenan al ostracismo mientras sus carreras penden de un hilo. A veces la presión ejercida a través de las redes los obliga a retractarse.
Mientras tanto las campañas de marketing como “We stand for equality” (Defendemos la igualdad) marchan viento en popa. En las redes sociales nadie se atreve a comentar las recientes imágenes de autos policiales en llamas y tiendas destrozadas. Los grupos y movimientos antiraciales se encuentran bien consolidados en Estados Unidos.
Las protestas a las que nadie se atreve a criticar recuerdan las refriegas de 2015 en Ferguson, Missouri. También evocan los disturbios por Rodney King en 1992. Sin embargo, las recientes revueltas se desataron en momentos en que la pandemia cobró 100.000 vidas. Además deja una herencia 30 millones de desempleados, pero nada de eso importa a la luz de las campañas de igualdad.
Atestadas las redes sociales
El historiador George M. Fredrickson de la Universidad de Stanford en su libro Breve Historia del racismo refiere la paradoja de que la condición necesaria para el surgimiento del racismo fuera, precisamente, el concepto de la igualdad.
Hoy victimizar a los afroamericanos genera grandes dividendos económicos y sobre todo nuevos seguidores en las redes sociales. El negocio marcha bien aunque los negros estén mal. Hasta los youtubers migran a esa causa aunque sea de manera temporal.
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Reprochar las sombrías protestas que sumen al país en el caos no es políticamente correcto. Mientras la economía estadounidense se desploma en medio de revueltas y pandemia, crecen los movimientos al compás del lema «Black Lives Matter» (en español: Las Vidas Negras Importan). Sobre todo a los influencers que procuran nuevos seguidores para abultar sus chequeras