La estrategias de muchos países frente a la pandemia indican que las predicciones de un modelo bioestadístico no son bienvenidas. Se esperaba que la crisis provocada por el poderoso virus nos podía dejar grandes lecciones. Una de ellas era escuchar las advertencias provenientes del mundo científico. La confianza ciega en nuestras corazonadas y nuestros cálculos de costos políticos y económicos no eran una buena opción.
Pero aquí estamos de nuevo, retornando a una normalidad que no es tal. De nuevo patinamos sobre la delgada capa de hielo confiados en el calor de una nueva estación. El brillante sol nos incita a volver a la cercanía de los cuerpos. Mientras tanto las mascarillas nos pesan en la cara y hacemos guiños de incredulidad frente a las “exageraciones científicas.” Reabren los países y regresamos a la sensación de tener bajo control al tercer planeta del sistema solar.
Un modelo bioestadístico insiste en la distancia
Las proyecciones del Departamento de Inmunología y de Enfermedades Infecciosas de la Universidad de Harvard apuntan hacia una incómoda dirección. En efecto, los planes de relajamiento de la distancia social se ven arruinados por los resultados del modelo bioestadístico.
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El estudio establece mediante un modelo matemático el tiempo necesario para estabilizar los contagios. La fecha más realista para los Estados Unidos señala julio de 2022.
Estadísticamente hablando, sabemos que el contagio de una enfermedad puede provocar su desaparición en un tiempo determinado. Entonces con cierta seguridad podemos esperar que con cierto porcentaje de personas inmunizadas cesen los picos de las epidemias. Una vez que hay suficientes personas inmunizadas, el virus no puede seguir expandiéndose.
El ritmo de reproducción y las vacunas
La efectividad de las vacunas reside en que la inmunidad de grupo limita automáticamente la expansión de enfermedad. El ritmo de reproducción (R0) es otra variable a considerar. La cifra de inmunización para enfermedades con un R0 de más de uno es del 70% de la población vacunada.
El sarampión, con una R0 de entre 12 y 18, la cifra llega hasta el 99%. Para la COVID-19 con una R0 de casi 6, el porcentaje variará entre el 50 y el 70%. Pero esto solo podrá ser confirmado con seguridad cuando hayamos analizado todos los datos globales, tras controlar la pandemia.
El modelo bioestadístico de Harvard para los Estados Unidos es el más preciso publicado hasta la fecha. Sus consideraciones incluyen la posibilidad de que las personas infectadas se reinfecten o que no consigan la inmunidad. Igualmente abarca la posibilidad de mutación y estima el escenario que se establecería al abandonar la distancia social.
Esperar con prudencia
Según sus cálculos no podremos reducir la capacidad de contagio hasta el año 2022. La razón se fundamenta en la progresión de la inmunización y el ritmo al que aparecerán las vacunas. Tendremos que esperar hasta mediados del próximo año para su distribución general. Y tal como explica el modelo bioestadístico, no alcanzarán a la suficiente cantidad de población hasta 2022.
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Según los datos disponibles, es necesario más tiempo para entender mejor los mecanismos de esta pandemia. Es evidente que necesitaremos años para obtener la inmunidad de grupo y aplicar las vacunas necesarias. Mientras tanto la paciencia y la humildad frente a lo irremediable, pueden servirnos para continuar sobreviviendo.