Existe cierto placer generalizado en cuestionar la efectividad de la ciencia. Especialmente cuando proviene de religiosos, filósofos o literatos cerrados. Hay una envidiosa alegría al decir: “la ciencia se equivoca”. Quienes piensan así creen que al equivocarse la ciencia se desacredita.
Sin embargo, las críticas forman parte de las investigaciones. Recientemente varios artículos científicos sobre investigaciones relacionadas con la COVID-19 han sido criticados por la misma comunidad científica.
Dos artículos que trataban sobre la viabilidad de ciertos fármacos en enfermos por coronavirus fueron retractados y hay científicos que piden la retractación de un tercer artículo que evaluaba los comportamientos humanos que mitigan la transmisión del virus.
Efectividad de la ciencia criticada
Muchos piensan que estas retractaciones ponen en duda la efectividad de la ciencia. Pero a pesar de estos reveses, el escrutinio y la posterior corrección de los artículos científicos en realidad nos muestran que la ciencia funciona. Mark R. Obrian, Profesor de Bioquímica de la Universidad Estatal de Nueva York, explica el por qué en un artículo de The Conversation.
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En mayo se publicaron dos artículos de investigación sobre la viabilidad de algunos fármacos en pacientes con coronavirus. El primero, publicado en el New England Journal of Medicine, afirmaba que un fármaco para problemas cardiovasculares era apto para pacientes con COVID-19. El segundo, publicado en The Lancet, afirmaba que la hidroxicloroquina, aumentaba el riesgo de muerte cuando se utilizaba para tratar el coronavirus.
El artículo de The Lancet obligó al a la OMS a interrumpir brevemente los estudios que investigaban la hidroxicloroquina para el tratamiento de la COVID-19. En cuestión de días, más de 200 científicos firmaron una carta abierta criticando duramente el artículo y señalando que algunos de los hallazgos eran simplemente inverosímiles.
A principios de junio, tanto el artículo de The Lancet como el de New Englang Journal of Medicine fueron retractados. Se alegaban dudas sobre la integridad de las bases de datos utilizadas por los investigadores en sus estudios.
Retractación científica
Una retractación es la retirada de un artículo científico publicado debido a que los datos a partir de los que se obtienen las principales conclusiones del artículo tienen problemas importantes. Dichos problemas pueden deberse a un fraude científico intencional, aunque no siempre es así.
La prensa respondió con mano dura. La efectividad de la ciencia estaba comprometida. The New York Times declaraba que «La pandemia se ceba con nuevas víctimas: las prestigiosas revistas médicas». Los Angeles Times se afirmaba que los artículos retractados «dañaban la imagen de la investigación global sobre el coronavirus».
Estos titulares pueden tener su mérito, pero el escrutinio, la actualización y las correcciones son algo común. Así es como debería funcionar la ciencia y es lo que ocurre en todos los ámbitos de investigación relacionados con el SARS-CoV-2.
Los errores son parte del proceso
Los médicos han aprendido que la enfermedad ataca a múltiples órganos y no sólo a los pulmones como se pensaba en un principio. Los científicos siguen trabajando para comprender si los pacientes de la COVID-19 desarrollan inmunidad a la enfermedad o no.
En cuanto a la hidroxicloroquina, tres nuevos estudios científicos a gran escala publicados tras la retractación de The Lancet, indican que el fármaco contra la malaria es, en efecto, ineficaz en el tratamiento o la prevención del coronavirus.
Antes de que un artículo científico sea publicado, se somete a una revisión por pares, o peer review. En ella, expertos en el tema recomiendan a los editores de la revista científica si el artículo es apto para la publicación, rechazado o reconsiderado tras realizar modificaciones. La reputación de la revista depende de prácticas de revisión por pares de calidad y una vez publicado el artículo pasa a ser de dominio público, pudiendo ser evaluado y juzgado por otros científicos.
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Los errores y las correcciones son algo común, incluso entre científicos de alto nivel. Por ejemplo, Linus Pauling, quien obtuvo el premio Nobel por descubrir la estructura de las proteínas, posteriormente publicó una estructura errónea del ADN. Su hallazgo fue posteriormente corregido por Watson y Crick. Los errores y las correcciones son un sello distintivo de la efectividad en la ciencia y no de las malas prácticas.
La ciencia incluye incertidumbre
En realidad, los científicos van aprendiendo sobre la marcha. La incertidumbre es inherente a la senda del descubrimiento y el éxito no está garantizado. Sólo el 14 % de los fármacos y tratamientos que se someten a ensayos clínicos en humanos acaban obteniendo la aprobación de la agencia para el control de medicamentos de los EE.UU.
Aunque las recientes retractaciones puedan ser desoladoras, la efectividad de la ciencia en la medicina ha tenido mucho éxito a largo plazo. Se ha erradicado la viruela, las infecciones se pueden tratar con antibióticos en vez de amputaciones. El control del dolor durante la cirugía ha avanzado mucho más allá desde los tiempos en los que la única opción era morder un palo. El sistema no es para nada perfecto, pero sí que es bastante bueno.