Las cepas de los virus más infernales que la humanidad haya conocido se encuentran confinadas y congeladas, para que por nada del mundo se escapen.
En sí mismas son unas letales armas biológicas. Pero la gente suele hacerse una sencilla pregunta. ¿Dónde están guardadas las cepas de los virus más mortales?
Para garantizar que esos anticristos metidos en el congelador puedan evadirse, existen ciertos protocolos de bioseguridad. Los más malos entre los malos se guardan en dos laboratorios.
Para ello la Organización Mundial de la Salud (OMS) elaboró un manual de bioseguridad. En ella se recogen las técnicas microbiológicas más apropiadas que van desde el nivel 1 hasta el 4. El objetivo consiste en evitar uso indebido y la posible liberación intencionadas de las cepas.
La existencia de patógenos peligrosos para el ser humano está documentada desde hace siglos. No obstante, a finales del siglo XX en que se establecieron los lineamientos para su manipulación de una forma segura en instalaciones especializadas conocidas como Laboratorios de Bioseguridad Nivel 3 y 4.
Bajo llave las cepas de los virus
Tales laboratorios son inexpugnables, al menos en teoría. Allí se exigen prácticas microbiológicas, equipo y medidas de seguridad que permiten un medio ambiente seguro para el profesional del laboratorio. De lo contrario las cepas de los virus podrían devastar poblaciones enteras.
A nivel mundial existen pocos laboratorios de este tipo. Se trata de un secreto bien guardado. El nivel de bioseguridad 3 se aplica al laboratorio destinado a diagnóstico clínico, enseñanza, investigación o producción. En estos laboratorios se trabaja con agentes que potencialmente causan enfermedades serias o letales a través de la inhalación. En este nivel es vital el entrenamiento del personal para el manejo adecuado del agente patógeno.
En cambio el nivel 4 de bioseguridad como la cárcel ADX Florence de Colorado en Estados Unidos, el hogar de algunos de los terroristas más buscados del planeta. Pero en estos laboratorios se encuentran las cepas de los virus más mortales.
Allí están congelados los agentes patógenos considerados como Grupos de Riesgo 4 (RG4). Se almacenan los virus emergentes y reemergentes que preocupan al mundo entero.
Se escapó la viruela
El virus de la viruela fue probablemente el más letal de la historia. Se remonta a las momias del Antiguo Egipto y además diezmó a las poblaciones indígenas de América del Sur. Todo un azote para el ser humano durante milenios.
Los que sobrevivieron quedaron marcados con espantosas cicatrices o acabaron ciegos. Pero la vacuna llegó en 1980 para controlar a esa lacra.
Las últimas muestras de la pavorosa viruela están guardadas en dos laboratorios de Estados Unidos y Rusia con nivel de seguridad RG4.
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A pesar de que la OMS ordenó en 1986 la destrucción definitiva de los últimos virus de la viruela por razones de seguridad los estadounidenses y los rusos se salieron con las suyas. La excusa era conservar un reservorio para usarlo en investigación en caso de que hubiera un nuevo brote o un ataque bioterrorista.
Finalmente, la OMS aprobó en 2002 la conservación temporal del virus con fines científicos. En 1978 el agente que se encontraba junto a otras cepas de los virus se escapó en el Reino Unido. Al parecer el agente patógeno se coló por los ductos de aire acondicionado del laboratorio.
El gobierno británico puso en cuarentena a 260 posibles infectados. Una mujer que trabajaba en el laboratorio falleció mientras que el responsable de la investigación se suicidó.