El algoritmo desarrollado por Blue Dot carece de la atractiva aura misteriosa de Nostradamus. Su libro Les Propheties (Las Profecías), publicado en 1555 ha sido la referencia obligada para todas las catástrofes sufridas. Los seguidores del famoso médico y profeta francés aseguran que sus cuartetas de predicciones han sido infalibles. Según ellos, todas las desolaciones mundiales: guerras, terremotos, sequias y pestes han sido predichas en sus 942 cuartetas.
La actual pandemia no podía ser la excepción. La centuria 2:53 advierte: “La gran plaga de la ciudad marítima. No cesará hasta que se vengue la muerte. De la sangre justa, condenada por un precio sin delito”.
Para sus fans Wuhan es la “ciudad marítima.” Y aunque no tenga litoral, su mercado de mariscos les basta para establecer el indiscutible vínculo con Michel de Nôtre-Dame.
El algoritmo desarrollado por Blue Dot no es Nostradamus
Hay algo que subyace al oficio de esperar a que ocurran los eventos para adjudicárselos a un don profético. Toda “profecía” o proyección futurista es una oportunidad de manipular el porvenir. ¿Qué hacemos con las predicciones? ¿Cómo nos ayudan a enfrentar a las desgracias?
La crisis climática y la proyección de su impacto en los años venideros, ¿cuánto ha cambiado nuestro comportamiento como especie?
Al parecer no somos capaces de reaccionar efectivamente ante las advertencias. Ni siquiera por el hecho de que estas provengan de una inteligencia artificial.
El algoritmo desarrollado por Blue Dot, una startup canadiense, anticipó la propagación de la COVID-19. Un sistema automatizado basado en inteligencia artificial generó una alerta sobre casos de neumonía no identificada en Wuhan. Nueve días antes del anuncio oficial de la OMS, Blue Dot suministró un dato alarmante a su base de clientes. Un brote de una enfermedad similar a la gripe estaba desarrollándose en China.
Mecanismos de la predicción
Esto fue posible por el análisis de noticias de actualidad en tiempo real y en 65 idiomas diferentes. La inteligencia artificial rastreó información sobre rutas de vuelos comerciales y brotes de enfermedades. Igualmente incluyó en su rastreo síntomas que no se pueden asociar a ninguna afección conocida o alertas sanitarias.
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La efectividad en las predicciones del algoritmo desarrollado por Blue Dot fue posible gracias a otro factor. Este consistió en el acceso a los datos globales de venta de billetes de avión. Está información resultó muy útil para analizar el movimiento del virus. La inteligencia artificial pronosticó con precisión que el coronavirus pasaría de Wuhan a Bangkok. De allí seguría en los días posteriores hacia Seúl, Taipei y Tokio.
Anticipar el futuro no basta
Lamentablemente, la inteligencia artificial no nos pudo salvar de la pandemia. El sistema calificó la gravedad de la alerta en el nivel 3, sobre un máximo de 5. Es decir, no detectó la extrema importancia del brote.
Era necesaria la inteligencia humana para evaluar la gravedad de la situación y tomar las medidas adecuadas. La IA es sin duda útil como herramientas de ayuda para encontrar patrones ocultos en los datos. Pero son los expertos humanos los que pueden relacionar y contextualizar estos patrones con otras fuentes de información.
Hay muchas posibilidades de que juegue un papel muy importante en la predicción, diagnóstico, tratamiento y seguimiento de futuras epidemias. Pero para ello tenemos que actuar desde un frágil presente en donde los algoritmos sean nuestras nuevas pitonisas.