Los diamantes más estimados asombran no sólo por su inestimable belleza, sino también por la cuna donde se forjan.
Un equipo de investigadores del Gemological Institute of America (GIA) con sede en la ciudad de California, Estados Unidos, confirmaron que la hermosura de las más extraordinarias piedras radica también en su origen. Algunas se forman a unos 700 kilómetros de profundidad. Vale decir, tres veces más allá que los comunes.
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El Instituto GIA, es un organismo sin fines de lucro que se dedicada a la investigación y la educación en el campo de la gemología. Es su misión proteger a los compradores y vendedores de piedras preciosas mediante el establecimiento y el mantenimiento de estándares.
Los expertos que cuentan con 9 laboratorios y 4 centros de investigación acudieron a la conferencia de geoquímica Goldschmidt. Allí expusieron sus conclusiones.
Consideraron que el Hope del Museo Smithsoniano (45,52 quilates), conocido como la “piedra maldita” por tener la fama de dar mala suerte a sus dueños, se forjó a una extraordinaria profundidad. También el Cullinan, (3.100 quilates), el más grande conocido que integra las Joyas de la Corona Británica. Se trata de los diamantes más valorados del mundo.
Para llegar a esta conclusión los investigadores valoraron dos de estos brillantes. Analizaron un gran diamante azul de 20 quilates, parecido al Hope, de una mina de Sudáfrica y otro de 124 quilates de la mina Letseng en Lesotho, semejante al Cullinan.
Diamantes en el manto profundo
Algunos se forman bajo alta presión en el manto de la Tierra. Pero la mayoría aparece la base de las placas tectónicas continentales, entre 150-200 kilómetros de profundidad.
Sin embargo, los llamados “súper profundos” se forman debajo de las placas continentales rígidas. Allí el manto se mueve de manera lenta. A la “piedra maldita” la clasificaron del tipo IIb, porque contiene el elemento boro, el cual puede producir un tinte azul. Se le considera raro porque menos de uno de cada mil diamantes los catalogan como este tipo.
El grupo de investigadores para resolver el dilema detectó restos del mineral bridgmanita en el gran diamante azul de 20 quilates de una mina de Sudáfrica. Tal mineral sólo se encuentra en las profundidades extremas del manto inferior.
La bridgmanita no existe en el manto superior, o en la superficie. “Encontrar estos minerales atrapados en un diamante significa que debe haber cristalizado a una profundidad donde existe bridgmanita”, señala el estudio.
Ruta de reciclaje
Con un láser los investigadores descubrieron que la forma en que se dispersaba la luz en los diamantes. Es un fenómeno característico de los productos de descomposición de la bridgmanita.
Los especialistas además analizaron el gran diamante de Lesotho que es del tamaño de una nuez. Es muy puro, no contiene nitrógeno en su estructura cristalina. Se la cataloga como un CLIPPIR, de la misma clase que el Cullinan. Una piedra preciosa inestimable.
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El estudio reveló que existe cierta superposición en el lugar de nacimiento de los CLIPPIR, como el Cullinan. También en los tipo IIb, como el Hope.
Por ello se estima la existencia de una ruta de reciclaje gigantesco. Conduce elementos de la superficie al interior de la Tierra y después los regresa a la superficie convertidos en los diamantes hermosos que hoy conocemos.