El Petiso Orejudo es un personaje referencial para el tema de la crueldad humana. Su verdadero nombre era Cayetano Santos Godino y fue uno de los mayores sociópatas argentinos. El sobrenombre se explica por sus orejas sobresalientes, que llegaron a ser analizadas como las causantes de su maldad.
Nació en Buenos Aires el 31 de octubre de 1896. Fue criado en una familia problemática de migrantes italianos. Desde pequeño mostró una tendencia extremadamente cruel y sanguinaria. Apena a los 7 años se tiene registro de su primer intento de asesinato.
El Petiso Orejudo, un niño muy malo
Comenzó su vida delictiva con pequeños pleitos y robos. Pero en septiembre de 1904 golpeó y arrojó sobre espinas al pequeño Miguel Depaola, que aún no tenía 2 años. Por suerte para el chico, cuando se disponía a liquidarlo, un policía que pasaba por el lugar lo detuvo. Los dos niños fueron llevados a la comisaría donde fueron retirados por las madres.
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Un año después lo intentó con Ana Neri, que apenas tenía 18 meses. La golpeó varias veces con una piedra en la cabeza, hasta que nuevamente un policía lo detuvo. Por su corta edad, el Petiso Orejudo fue puesto en libertad esa misma noche.
Su primer asesinato
Godino contaba con 9 años cuando finalmente pudo arrebatar una vida humana. María Rosa Face, de tres años, fue llevada por el malvado infante a una zona abandonada de Buenos Aires. Allí procedió a estrangularla, pero como no era tan sencillo, la enterró viva en una zanja, cubriéndola con latas. Seis años después El Petiso Orejudo confesaría este horrendo crimen que no pudo resolver la policía.
Un mes después de haber cometido ese crimen, su padre lo llevó ante la policía, tras sorprenderlo martirizando pájaros. Encontró un ave muerta en su zapato y una caja con otros cadáveres de pájaros. Curiosamente este mismo comportamiento lo mostró el asesino serial estadounidense Ed Kemper.
Reclusión y reincidencia
Cayetano Santos Godino pasó dos meses en reclusión, luego de eso no volvió a su casa ni a la escuela. El macabro niño se dedicaría entonces a vagar por las calles.
Al poco tiempo, tras engañar a Severino González Caló, de dos años, el Petiso Orejudo lo intentó ahogar. Lo llevó a una bodega y lo sumergió en una pileta para caballos. Luego lo cubrió con maderas para evitar su escape. El dueño de la bodega se dio cuenta y pudo intervenir para evitar el crimen.
Más crímenes
Su segunda víctima fue Arturo Laurora, de 13 años. Su cadáver fue descubierto el 26 de enero de 1912 y su desaparición había sido denunciada un día antes. El Petiso Orejudo confesó, luego, la autoría del asesinato. Lo ahorcó.
En marzo de 1912, prendió fuego a una niña de 5 años que sufrió 16 días de agonía en el Hospital de Niños. Se trataba de Reyna Bonita Vaínicoff. Fue su tercera víctima.
Clavo en la sien
El 3 de diciembre de de 1912 tuvo lugar el último crimen registrado del Petiso Orejudo. Su víctima fue Gesualdo Giordano, de 3 años de edad. Se sumó a unos chicos que jugaban entre los que estaba el infortunado Gesualdo. Bajo engaños lo llevó a un lugar solitario donde intentó matarlo con una soga al cuello pero no pudo.
Entonces buscó una tabla con un clavo de 10 cm y se la clavó en la sien a Gesualdo, que ya estaba moribundo. El Petiso Orejudo usó una piedra como herramienta. Esa misma noche asistió al velatorio para comprobar según declararía, si el niño tenía aún el clavo en la sien.
Condena y muerte
Luego de dos años de investigación, en 1914, fue condenado a cadena perpetua irremediable. Estuvo recluido en la Penitenciaría Nacional hasta 1924. Posteriormente fue llevado a “la cárcel del fin del mundo” en Ushuaia en la Patagonia.
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Fue víctima de varias palizas en su estancia, especialmente luego de matar a dos gatos que los presos tenían de mascotas. Murió el 15 de noviembre de 1944 en la prisión. Se cuenta que su fémur fue usado como un pisapapel por la esposa del último director del centro penitenciario.