La pandemia del coronavirus es una oportunidad para evaluar las implicaciones que conlleva creer en el horóscopo. En aquellos países que sufrieron una escalada veloz de contagios, todos los signos zodiacales debieron manejar la misma advertencia.
En todos los horóscopos debió figurar algo como: “Mantente alejado de los demás. Riesgo de contagio de enfermedad mortal”. Pero lo más seguro es que aparecieron las mismas directrices de siempre. “Viaje con sorpresas” o “pondrás a prueba tu amor”.
Los horóscopos no nos advierten de un tsunami o una caída de la bolsa. Su radio de acción envuelve exclusivamente la manida vida cotidiana.
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La confianza de un destino marcado por los planetas debería implicar una observación permanente del cielo. No obstante son pocas los consultores de horóscopos capaces siquiera de distinguir un planeta de una estrella a simple vista. Al parecer ese detalle no es relevante para el fraude. Nuestro destino supuestamente se dibuja en el firmamento pero igual no lo observamos. Lo que si permanece es la fascinación de una influencia de los cielos en la parcela de vida asignada.
¿Qué implica creer en el horóscopo?
Los signos del zodiaco representan las 12 constelaciones de la Eclíptica. A cada signo se le atribuyen características que, se supone, influyen en la psicología de las personas. Todo depende del momento en que el Sol atravesaba un sector determinado de la Eclíptica.
La astrología cuenta con la denominada Carta Astral, que establece la posición de los astros en el momento del nacimiento. Para determinar esta influencia celestial se incluye hora, minutos, latitud y longitud del lugar donde se produjo.
Lo que dice la ciencia
Se han realizado numerosos estudios con metodología científica para estudiar las hipótesis que proponen la astrología y el horóscopo. Ninguno de ellos ha encontrado evidencias de esta influencia en la personalidad y en los eventos de nuestra vida. Las bases científicas de la correlación astros- destino es nula. Un fraude de la pseudo-ciencia. Creer en el horóscopo es un dominio de ciega fe que choca contra objeciones empíricas puntuales.
Una de ellas es la naturaleza de la supuesta influencia. Si los astros ejercen algún tipo de influencia, será debido a alguna “energía” que incida sobre nosotros. Si es así, ¿cómo es que no es medible? Un alto porcentaje de “energía de Júpiter” por ejemplo, debería de poder ser diferenciable de la “energía de Venus”.
Origen de la influencia astral
Se podría asumir entonces que es la radiación que emiten los planetas la que afecta al futuro. ¿La radiación de los electrodomésticos tiene algún efecto parecido? ¿Sería posible cambiar el destino de una persona sometiéndolo a la cercanía de una central eléctrica o una televisión?
Otra pregunta pertinente es ¿cuándo actúan los astros? Se supone que el momento determinante en el que los astros tienen influencia es el parto. ¿Por qué no en la concepción o incluso en la primera respiración?
El efecto Forer
Creer en el horóscopo también posee un fuerte ingrediente psicológico. Investigaciones en este campo demuestran que los seres humanos nos identificamos con descripciones vagas que se adaptan a nosotros mismos. A esto se le denomina «Efecto Forer» y es la estructura psicológica sobre el que se levantan los horóscopos y la astrología.
En 1948, Bertram R. Forer pasó un test de personalidad a todos los alumnos de su clase de psicología. Cuando repartió los resultados, les pidió que puntuaran de 0 a 5 el nivel de identificación que tenían con ellos. La valoración media fue de 4,2, todo un éxito para la evaluación psicológica.
Lo vago y difuso predominan
En realidad, Forer les había dado a todos una misma descripción basada en horóscopos. El texto incluía afirmaciones vagas. Decían cosas como “aunque tienes defectos sueles ser capaz de compensarlos” O la clásica, “a veces eres extrovertido, afable y sociable pero otras veces eres introvertido, cauto y reservado”.
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Curiosamente, en otros estudios similares han demostrado que la gente tiende a creer en el horóscopo a pesar de sus características inciertas. Por contraste los tests psicológicos avalados por la ciencia quedan muy por debajo en la valoración de sus conclusiones.