El mercado de las mascarillas chinas, con reputación de defectuosas, se convirtió en la otra pandemia extendida por el globo.
Y es que el coronavirus sorprendió al mundo sin tapabocas. Ahora llueven las denuncias como una epidemia. La mala calidad no sólo asombra y preocupa a las autoridades sanitarias. También expone a la población a contraer la fatal enfermedad que ha contagiado a casi seis millones de personas.
La Agencia de Medicamentos y Alimentación (FDA) prohibió la entrada a los EE. UU. de mascarillas de 65 empresas chinas. El organismo advierte que los tapabocas asiáticos ponen en situación de vulnerabilidad a los trabajadores de la salud por falta de eficiencia.
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Las mascarillas chinas N95 deberían bloquear el 95 % de los microbios y virus. Sin embargo, exhaustivas pruebas de laboratorio establecieron que apenas filtraban el 40 %, 20 %, hasta solo 1 % en algunos casos.
En todo un fraude colosal se convirtió el mercado de las mascarillas chinas. Y en ese sentido tras la pandemia también surgió un sinnúmero de fabricantes y productores. La pelea es a muerte por controlar las ventas a nivel global.
Mascarillas chinas
En términos generales cada tapaboca se valora en unos dos dólares. Las quejas refieren que las mascarillas son elaboradas por prisioneros y no por personal entrenado ni capacitado. Se asegura que los fabricantes logran acuerdos con las cárceles para utilizar la mano de obra de los reclusos. Los reclusos son además mal remunerados y con ello compiten en el feroz mercado de las mascarillas.
Algunos califican esta otra pandemia como la ley de la selva. Por ello los productos defectuosos y de mala calidad son ya una tradición.
En tiempos de coronavirus los proveedores de suministros hospitalarios parecen haber hallado un nicho que no están dispuestos a abandonar. La escasez de insumos sanitarios constituye un pastel cuyos pedidos no cesan y las estafas no cesan.
El gel antibacterial es uno de los más buscados junto con los cubrebocas. De la nada surgen ofertas engañosas.
Proveedores a granel
Hace algunos días The New York Times reveló parte del fraudulento mercado de las mascarillas chinas. Reseñó que un vendedor ofrecía cajas de 50 mascarillas quirúrgicas por 70 dólares cada una, las mismas por las que se solía pagar 2,28 dólares. El mismo medio señaló que otra compañía que ofrecía tapabocas N95 por casi cinco dólares cada una, pero solo si se ordenaba un millón.
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El Times informó que Blank Industries era hasta hace poco una compañía que se dedicaba a elaborar productos para derretir el hielo. En una entrevista, Andrew Blank, el fundador de la empresa radicada en Houston, dijo que transformó su negocio para vender cubrebocas. Su proveedor chino antes producía cepillos dentales y ahora fabrica mascarillas.
La otra pandemia se debe a la explosión en la demanda de mascarillas que cada vez son más escasas. Cerca de once países cuestionan la precaria calidad de los tapabocas que se fabrican en China. Del mismo modo miles de intermediarios participan en la fraudulenta rebatiña.