Los tiempos difíciles afinan la fe de los creyentes y fomentan el clamor a las instancias divinas. Tal vez sea un buen momento para recordar a Miguel de Molinos y explorar caminos espirituales poco transitados. Frente a fuerzas devastadoras tendemos a resistir colocando el acento en nuestra importancia.
Nos cuesta admitir la posibilidad que nuestra especie podría desaparecer. “Esto parece mentira, esto no debería estar ocurriendo, sencillamente no puede ser”, nos decimos por las mañanas. Pero sí está ocurriendo, como ocurren las guerras o las extinciones masivas. Pudiera ser mucho peor, podríamos desaparecer en un instante. No somos tan sólidos como creemos ser. Muy adentro Miguel de Molinos somos una nada.
Miguel de Molinos nos pide vestirnos de nada
Según el místico español nacido en 1628, la vivencia de Dios no es un logro personal. Para Miguel de Molinos nosotros mismos, nuestra mismisidad, es el gran obstáculo que anula la presencia divina. Es inútil y absurdo colocarnos frente a Dios a pedirle cosas que nos favorezcan. Molinos aboga por el despojamiento de la voluntad y del afecto para conseguir un alma que no apetezca nada. “Esa nada y esa conocida miseria es el medio para que el Señor obre en tu alma maravillas. Vístete de esa nada, de esa miseria, y procura que esa miseria y esa nada sea tu continuo sustento.”
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Pero resulta más fácil vestirse con los trajes de la arrogancia que con los trapitos de la nada. Las ideas del nativo de Muniesa recogidas en su “Guía Espiritual “le costaron la persecución de la Santa Inquisición. Su doctrina de anulación, el quietismo, fue catalogada como una tóxica herejía que pagó con santas torturas y cadena perpetua.
Quietismo y espiritualidad
¿Qué resonancias nos puede despertar el quietismo en esta nueva normalidad que nos exige permanecer en un solo lugar? ¿Será posible que el claustro nos fomente el desarrollo de una manera diferente de concebir la espiritualidad? La historia de las religiones contiene muchos ejemplos que demuestran una intensa correlación entre la quietud y el florecimiento espiritual. Los místicos y los ascetas no son muy conocidos por sus giras mundiales. Los verdaderos santos no tienen papa-móvil.
Aunque la quietud que sugiere Miguel de Molinos no es explícitamente física, las anulaciones de la voluntad pueden implicarla. El agite invita a la acción y la acción es la gasolina que mueve la rueda del nacer y el morir. Es la misma idea de la no- acción de los taoístas. Hasta el mismo Nazareno recomendó el encierro en un cuarto para rezar el Padre Nuestro.
Nadificarnos frente a la adversidad
Si logramos nadificar nuestra interioridad, no llegarán allí los golpes de las adversidades. “Nada te inquietará”, explica el místico. “Por aquí has de llegar al señorío de ti mismo, porque sólo en la nada reina el perfecto y verdadero dominio. Con el escudo de la nada vencerás las vehementes tentaciones y terribles sugestiones.” Con Miguel de Molinos se pierde el “yo” lo más propio de nosotros, pero, como contrapartida, se gana la más completa certeza. “Ese duro saber, que es el simple saber de sí mismo más íntimo”.
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Este espíritu condenado a las mazmorras de la Inquisición hasta su muerte en 1.696 nos deja una admonición. A Dios no se le pide por eventos. Su presencia llena lo vacío. El alma no ha de hacer nada, ha de estar pura y sin pecado. Debe quedar aligerada de toda preocupación o meditación, quieta. Dios hará lo demás.