Aquello que es considerado como un ataque masivo y aterrador se traduce en incremento de la vigilancia. El 11 de Septiembre de 2001 fue uno de esos eventos. Un ataque terrorista sirvió de excusa para escudriñar masivamente información personal a cambio de protección. Durante los siguientes años, millones de personas aceptaron un acuerdo tácito con Facebook o Google. Las compañías tenían acceso a información personal a cambio de aplicaciones de mensajería, noticias y fotos compartidas.
Ahora la pandemia del coronavirus, catalogada igualmente como un “ataque” de la naturaleza, está activando mecanismos de una feroz vigilancia. La tecnología asume otra vez el papel de salvadora, la garantía de una seguridad impuesta.
Puedes leer: España aún se encuentra lejos de alcanzar la inmunidad de grupo
La necesidad de rastrear contactos ha llevado la injerencia en la privacidad personal a otro nivel. Corea del Sur localizó más de 10.000 celulares y les envió un mensaje de texto sugiriendo una prueba de coronavirus. China está instalando cámaras de vigilancia en las puertas de los hogares. El gobierno del Reino Unido ha utilizado una base de datos centralizada de movimientos y registros de salud. La base es capaz de ver potencialmente quién ha estado enfermo y quién ha estado cerca de estarlo. Apple y Google incrustan en nuestros teléfonos métodos anónimos para saber a quién podemos haber infectado y cuándo.
¿A dónde lleva el incremento de la vigilancia?
Entonces surgen las preguntas. ¿Existen limitaciones para esa cruda investigación de datos personales? ¿Será inútil en algún momento y se desactivarán sus mecanismos?
Se puede sospechar que estos cambios permanezcan sin importar las variaciones de las circunstancias que los originaron. Algunos analistas, sin embargo, identifican en estas políticas la oportunidad para actualizar el marco legal de la digitalidad contemporánea.
Como el 11 de Septiembre
«El 11-S introdujo regímenes de vigilancia encubierta y abierta, muchos de los cuales eran ilegales», dice Edin Omanovic. El Director de Defensa de Privacy International reflexiona sobre la relación entre la pandemia y el incremento de la vigilancia. “Esta es una oportunidad comparable al 11-S en términos de legitimación y normalización de la vigilancia.”
El profesor Jon Crowcroft, de la Universidad de Cambridge estima necesaria una delimitación en el uso del monitoreo de datos. «Se necesita una posición clara sobre la eliminación de esos datos después de, digamos, 30 días cuando ya son inútiles. Los contactos se habrán recuperado y los epidemiólogos habrán mejorado sus modelos. Esta condición realmente ayudaría a la confianza del público frente al incremento de la vigilancia”, dijo.
Confianza perdida
Shoshana Zuboff autora de «La era del capitalismo de vigilancia», lamenta la permisibilidad de los poderosos entes de vigilancia. “Se les ha dado un pase libre para hacer lo que quieran. Pueden robar nuestras experiencias en secreto. Luego combinan esos datos para predecir nuestro comportamiento. Finalmente venden esas predicciones con ganancias millonarias”. En este escenario merantilista desemboca el incremento de la vigilancia.
Zuboff es consciente de que la salud pública siempre ha tenido un elemento de vigilancia y rastreo para controlar enfermedades. “Debemos permitir que algunos de nuestros movimientos sean rastreados por el bien de la salud pública común. Un sacrificio de nuestra privacidad que hay que asumir”. Pero la la autora contrapone el carácter profundamente invasor de las nuevas tecnologías “La nueva vigilancia de alta tecnología ha arruinado esa antigua y necesaria vigilancia de la salud por ser del mismo pliegue intrusivo.”
La nueva vigilancia es de temer
“Sucede ahora es que tenemos tanto miedo de la otra clase de vigilancia que estas cosas se mezclan», dijo. «Estamos golpeando este muro de desconfianza, porque hemos fallado en los últimos 20 años en instituirla adecuadamente. No hemos creado la legislación y los paradigmas reguladores que nos permiten confiar en este nuevo mundo invasor».
Puedes leer: Sensor para detectar la COVID-19 en el aire interesa a la IOTA
Como en otras situaciones amenazantes, el momento es de pánico, de enfrentamiento y de prisa por volver a la normalidad. Urge discutir sobre sacrificios, seguridad y vida privada. Si no lo hacemos la nueva normalidad se parecerá cada vez más a un mundo orwelliano. La mirada de “El Gran Hermano” estará a la distancia de un click.