No a todas las películas se les celebra su cumpleaños, La Guerra de las Galaxias es una de ellas. Tal vez esa celebración sea una marca para reconocer si una película puede ser considerada clásica. Lo cierto es que la saga que se inauguró en el siglo pasado, continúa cautivando a millones de admiradores.
Los aniversarios suelen implicar la revisión de lo vivido. A una saga de ciencia ficción, le correspondería una retrospectiva de su propia ficción. Quienes disfrutan de este género, no suelen interesarse en las imprecisiones científicas. Su disfrute consiste precisamente en dejarse llevar por el engaño, por esa fascinante ilusión que nos brinda el cine.
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Bajo esa visión, repasemos algunas de las fascinantes construcciones ficticias que nos ha regalado la producción de George Lucas.
En la Guerra de las Galaxias se viaja con la luz
Activar un botón de la nave espacial, ver un destello blanco y mágicamente arribar a un destino remoto del universo. Toda una escena que nos embarga con una sensación de omnipresencia casi instantánea. Lamentablemente una imposibilidad física, un límite que no podemos traspasar.
Cuando aumentamos la velocidad, la masa también aumenta. Al acercamos a la velocidad de la luz, la masa tiende a infinito. Entonces se necesitaría energía infinita para seguir acelerando hasta alcanzar la velocidad luz, y eso no es posible. Y aún, si aceptáramos la posibilidad de su realidad, eso no nos salvaría de las inmensas distancias interestelares. La luz igualmente tarda miles de años luz en alcanzar otras partes del universo.
Sonidos en el espacio
Sería muy insípido presenciar los estragos explosivos causados por los cañones laser ocurriendo en un absoluto silencio. Pero sucede que sin aire no hay posibilidad que se transmitan las ondas sonoras. Hay gases, pero las moléculas están demasiado dispersas para que el sonido que puedan transportar sea audible por humanos.
Una sola gravedad para todos
En la Guerra de las Galaxias todos los planetas poseen la misma gravedad. Sus habitantes caminan y saltan como lo harían en la Tierra. Sus vidas transcurren sometidas a una idílica gravedad de 9,807 m/s^2. Pero la física nos indica que La gravedad depende del tamaño y la masa de cada cuerpo celeste. Tatooine, tiene un diámetro de 10.465 kilómetros, mientras que el de Endor, es de 4.900 kilómetros. Estas dimensiones determinarían gravedades muy diferentes y con inmensas implicaciones en sus formas de vida.
Monumentales explosiones
Como en toda confrontación bélica, en La Guerra de las Galaxias las explosiones son el alma del evento. Sin embargo la vistosidad que muestran en los combates de las películas no tiene asidero real. Para que haya fuego es necesaria la presencia de oxígeno, y este no abunda demasiado en el espacio más profundo.
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Asumamos que las naves dispongan de cierta cantidad de oxígeno para que los pilotos puedan respirar. Si una nave es alcanzada por un láser, el oxígeno de la nave crearía una pequeña combustión. Un pequeño flash y los trozos de la nave se dispararían en diferentes direcciones. Estos no caerían, sino que se moverían en línea recta ad infinitum por la ausencia de gravedad.
La Fuerza
Según Obi Wan, La Fuerza es un campo de energía creado por todos los seres vivos. Ella nos rodea y penetra y mantiene a la galaxia unida. De por sí la manera en la cual es presentada, parece más una presencia metafísica que una fuerza real. Pero su manipulación permite los usuarios realizar extraordinarias proezas materiales. En la Guerra de las Galaxias, si estas con La Fuerza puedes levantar naves hundidas en un pantano.
¿Se tratará acaso un campo electromagnético? De ser así, quedaría pendiente una explicación sobre su manipulación a nuestro antojo y en cualquier situación.
Las imprecisiones científicas de la saga no se agotan con esta pequeña lista. Tampoco es una cuestión de cantidad. Tal vez el disfrute de la ciencia ficción se encuentre en transitar el borde entre la imposibilidad y lo real. Quizás allí se encuentre el verdadero corazón de La Fuerza.