El asesinato de Martin Luther King en 1968 fue el evento que inspiró el experimento de la clase dividida. Jane Elliot, su diseñadora, se propuso la compleja tarea de enseñar a sus estudiantes que es el racismo. Tarea nada fácil tomando en cuenta que se trata de una conducta arraigada en valores culturales. Elliott, de 87 años, se ha convertido en una reconocida educadora que enfrenta a las personas a sus propios prejuicios.
El experimento escolar diseñado por la educadora demuestra las consecuencias del sentimiento de superioridad sobre los otros. Para ello, aplicó el ejercicio de la clase dividida en sus estudiantes de tercer grado. El momento elegido para su aplicación fue justo un día después de la muerte de Martin Luther King.
Clase dividida en ojos azules y ojos marrones
Elliott dividió a la clase en dos grupos. Dispuso unos collares de tela marrón para los estudiantes que representarían al grupo de ojos del mismo color.
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Luego, les hizo creer a toda la clase que los de ojos marrones eran superiores al resto. Inventó un argumento científico para que le creyeran. “El color de los ojos, el del pelo y el de la piel son causados por un mismo químico, la melanina”. Afirmó que la melanina es la responsable de la inteligencia. Más melanina produce un color de ojos más oscuro. Por tanto, los niños de ojos marrones son mucho más inteligentes que los de ojos azules. Los convenció además que eran más inteligentes y más limpios y además les otorgó privilegios, como más minutos de recreo.
Evitar el contagio mediante el agua
Otro elemento discriminatorio introducido en el experimento de la clase dividida fue la del contagio. La experimentadora afirmó que los niños de ojos azules lo estropeaban todo. Y que el grupo de los ojos marrones debía usar vasos desechables para tomar agua de la misma fuente. De esta manera evitarían el contagio con personajes tan desagradables.
A partir de allí, los niños de ojos marrones comenzaron a tratar a los de ojos azules como inferiores. Si un niño de ojos azules cometía un error, los de ojos oscuros lo insultaban y se burlaban en conjunto.
Cambios inmediatos en la actitud
Los efectos de la clase dividida incidieron incluso sobre los niños tímidos del grupo de los marrones. Estos comenzaron a ganar una inusual confianza. Por contraste, aquellos del grupo de los azules que eran estudiantes destacados también sufrieron cambios. Una niña que solía sobresalir en matemáticas comenzó a dudar de sí misma. Eventualmente no quiso pasar a la pizarra de nuevo, luego de equivocarse en un simple ejercicio.
La siguiente semana, en una nueva fase del experimento escolar de la clase dividida, la maestra invirtió los roles. Ahora explicó a la clase que los niños de ojos marrones eran los verdaderamente tontos y flojos. Los niños de ojos azules eran los inteligentes y superiores.
Sin motivación para la venganza
Sin embargo, después haber experimentado los males de la discriminación, los azules no fueron tan duros con los marrones. Los niños anteriormente estigmatizados no tenían la suficiente motivación para vengarse comportándose igual con sus compañeros.
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Al finalizar el experimento, algunos niños se abrazaron, otros lloraron. Su maestra les asignó que escribieran sobre la lección aprendida. Ya disponiendo de una experiencia significativa, les pidió que explicaran por qué mataron a Martin Luther King.
El racismo es curable
Muchas personas se molestaron con Jane, decían que su experimento era antiético. No obstante, los niños participantes, ahora adultos, están agradecidos con ella.
Elliott considera el experimento de la clase dividida como una “inyección del virus del racismo”. La maestra ha afirmado que el sistema educativo estadounidense fomenta la discriminación racial. Su fin es “mantener a toda costa el mito de la supremacía blanca”. Sin embargo sostiene que así como se construye, es algo que también se puede destruir. “A la gente se le puede enseñar a abandonar el racismo,” sentencia la brillante educadora.