Valiosos secretos se llevan a la tumba los fallecidos por coronavirus debido a la ausencia de autopsias motivadas por el riesgo biológico.
Desde que comenzó la pandemia las autoridades de distintos países recomendaron abstenerse de cualquier tanatopraxia. Con ello se neutralizan las posibilidades de contagio.
Sin embargo, diversos médicos forenses comenzaron a alzar su voz. No se explicaban por qué después de casi 200.00 muertos la humanidad aún desconocía importantes incógnitas. Se necesitaba conocer las razones últimas por las que el virus mata y cómo mata.
Las víctimas suelen ser sepultadas o cremadas en ceremonias exprés. Ni siquiera a sus parientes se les permite ver lo mantener contacto con los fallecidos. Los fallecidos por coronavirus son colocados en bolsas estanco para evitar la propagación de la enfermedad.
En otros países los trasladaban a improvisadas fosas comunes. Al mismo tiempo los trabajadores funerarios se abstenían de manipular los cuerpos. Temían entrar en contacto con materiales infectivos. Se suponía que en los pulmones y otros órganos pudiesen en contener virus vivos.
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Sin embargo, con las autopsias podría resolver el enigma y permitir el desarrollo de nuevas estrategias terapéuticas. Para los expertos resulta incongruente hasta ahora no se indagara en los fallecidos. Se necesita conocer cómo el virus actúa en cada órgano, conocer valiosos secretos.
Los cadáveres hablan
Tras el debate generado por los patólogos se les permitirá realizar exámenes post mortem. Para ello se requieren salas de autopsias en los servicios de anatomía patológica de los hospitales con el nivel de seguridad adecuado. A estos recintos se les conoce como BSL-3, el segundo nivel de bioseguridad.
Estas salas son escazas en los países en desarrollo. Sólo están reservadas para fallecimientos provocados por enfermedades extremadamente contagiosas. En el caso del COVID-19 los patólogos deben extremar medidas, pero vale la pena investigar. Los expertos consideran que los cadáveres hablan si se les investiga mediante exámenes adecuados. Ellos revelan valiosos secretos que permiten resolver intrincados enigmas.
En el caso de las salas de autopsias corrientes de los hospitales, donde llegan casos de cáncer o enfermedades cardíacas, no son las más adecuadas. Las posibilidades de propagación del coronavirus son enormes.
Las imágenes de decenas de ataúdes y cuerpos expuestos en las calles recorrieron el mundo. Todo ello por la falta de opciones para inhumarlos. Las escenas mostraron uno de los perores rostros de la pandemia. El temor que generó el manejo de cadáveres provocó que la mayoría de las funerarias cerraran sus puertas.
Despejan valiosos secretos
En México sus autoridades prohibieron celebrar funerales ni practicar necropsias. En algunos casos los pobladores llegaron a quemar los cadáveres que permanecían en las casas.
Hasta hace algunas semanas los patólogos se limitaban a ejecutar biopsias post mortem. Analizaban pequeñas muestras de órganos de las personas fallecidas por coronavirus. No obstante, esta labor resultaba insuficiente para obtener mayor información de la pandemia. Los exámenes de las muestras eran parciales y poco rigurosos.
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Para ello es indispensable que en algunos hospitales se acondiciones salas de autopsias con niveles de bioseguridad adecuados. La Sociedad española de Anatomía Patológica (SEAP), estima que en toda España solo existen ocho salas de este tipo.
Los patólogos consideran que tras la pandemia los gobiernos tendrán que alistar hospitales con salas de autopsias BSL-3. Se trata de un desafío imperioso.