Al primer robot niño que programaron con inteligencia artificial (IA) para poder amar lo adoptó una pareja, pero a la larga el pequeño no encajaba ni con las máquinas ni con los humanos.
El androide llamado David formó parte de la trama de la película Inteligencia Artificial que dirigió Steven Spielberg. Desde entonces surgen preguntas y debates académicos. ¿Se tornarán las máquinas más inteligentes que los seres humanos?
Definitivamente no, sostiene Jean-Gabriel Ganascia, profesor de informática en la Universidad Pierre y Marie Curie y experto en ética de la investigación en las ciencias digitales. Lo cierto es que en la actualidad a las personas que observan con perspicacia algunas ofertas como estrategia de marketing de las empresas de computación, los destierran al mundo de los retrógrados.
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La inteligencia artificial es una disciplina científica que nació durante un curso de verano en 1956 en el Dartmouth College, en Hanover (Estados Unidos). Desde entonces la expresión se ha convertido en una herramienta de mercadeo, engaños y mentiras. Con el paso de los años se transformó en una mina que ha derivado en libros, películas, centenares de robots de cocina y miles de electrodomésticos que lleven en su interior una tarjeta electrónica.
Expertos en mercadeo
De acuerdo con Ganascia la IA supone en principio la simulación con máquinas de cada una de las distintas facultades de la inteligencia. Es decir, un ordenador puede reproducir funciones cognitivas como el aprendizaje, el cálculo, la memorización, aprendizaje, el razonamiento, el cálculo, la percepción, la memorización y hasta la creatividad artística. Según el catedrático hoy no existe nada que pueda demostrar o desmentir tal premisa.
La humanidad hasta ahora sólo ha logrado máquinas capaces de ejecutar determinadas tareas precisas en forma autónoma, pero sin conciencia. La interacción hombre-computadora implica un desafío. De allí que suele repetirse con insistencia que máquinas inteligentes aprenden por su cuenta.
El sesgo va intrínseco en los datos con que se alimentan a los ordenadores. Por ello los expertos estiman que otorgar capacidades cognitivas artificiales a las máquinas no es más que una estrategia de mercadeo. Insisten en que un algoritmo puede ser muy eficaz identificado gatitos, pero inútil cuando se topa con un perro.
Hasta el presente la inteligencia artificial se basa en piezas no biológicas que opera con procesos distintos a los humanos. Nuestros pensamientos se basan en reacciones químicas que desencadenan en otras reacciones físicas. No obstante, para las máquinas estos procesos se basan en la electrónica.
El mito de la Inteligencia Artificial
En ese sentido los ordenadores actuales son eficientes para guardar datos, compararlos, medirlos con fundamentos estadísticos. Incluso son capaces de presentar las noticias y productos que son de nuestro interés. Nada más.
Sin embargo, se cree que las computadoras cuánticas, con sus millones de redes neuronales, pueden ser un camino para el desarrollo de la verdadera inteligencia artificial.
La IA fuerte o general sería una máquina con conciencia y sensibilidad, capaz de aportar una solución a cualquier tipo de problema. Hasta el momento, esto es pura ficción.