Desde que se bautizó como cristiano evangélico su vida espiritual nunca se había visto sacudida con tanta fuerza hasta el día que leyó el cuento de ciencia ficción de Isaac Asimov, “La última pregunta”.
Se consideraba un cristiano entregado con fidelidad al poder sanador de la Palabra. La Biblia era su guía.
Sin embargo, no podía ocultar su gusto por la lectura.
Este placer lo hacía ver algo sospechoso dentro de las filas de su rebaño donde el único libro que merecía ser leído y que bastaba para vivir era la Biblia.
Pero el sentía que su fe se enriquecía con otras lecturas y no temía al encuentro con lo distinto.
Hasta que movido por la curiosidad, descargó en PDF, el famoso cuento de Isaac Asimov.
Al terminar de leerlo estaba seguro de haber experimentado una epifanía que merecía ser compartida.
Por esa razón había solicitado al pastor permiso para dar su testimonio.
La epifanía de Isaac Asimov
Y allí estaba ahora, luciendo su mejor corbata y parado con firmeza frente al púlpito que sostenía, en lugar de la Biblia, la copia impresa de la obra de ficción más representativa de Isaac Asimov.
“Queridos hermanos, todos ustedes me conocen y pueden dar fe de mi devoción al gran poder de Dios y a nuestro salvador Jesús. ¿Cuántos dicen amén?”
“¡Amén! ¡Aleluya! ¡Gloria a Dios!” Las voces de la congregación respondieron de manera inmediata como de costumbre.
“Entonces, déjenme decirles que Dios, en su majestad me ha comunicado un mensaje.
Y él ha usado en sus misteriosas maneras a un hombre con nombre de patriarca bíblico, Isaac, para su revelación.
Isaac Asimov, es el nombre completo de este hombre que escribió, un cuento queridos hermanos. Aleluya.
“¡Aleluya!” Aunque algo inseguras por la novedad, las voces continuaban respondiendo con las mismas palabras.
La pregunta
“Pero este cuento no es cualquier cuento, no señor”, prosiguió el hermano. “Este cuento hermanos, trae fuerza a la Palabra. En su nombre.
Se trata de dos hombres que en el año 2061, le hacen una pregunta a una computadora muy poderosa.
Es una pregunta que tiene que ver con el fin de todo, queridos hermanos.
Porque todo la obra de nuestro padre, el universo entero, se está acabando.
Y el cuento de Isaac Asimov da cuenta de ese terrible desgaste, de como toda cosa se dirige inevitablemente hacia el ser menos de lo que era.
Todo se gasta, todo es un pasar, ¡incluso el sol!
Y déjenme decirles, que estos dos hombres le preguntan a Mulltivac, porque ese es el nombre de la computadora, si es posible que el sol vuelva a ser joven de nuevo.
Pero la respuesta, es que la computadora no tiene como responder. Y no lo hace porque no tiene datos suficientes.
Y así se queda la pregunta. Alabado sea su santo nombre.
Aún sin datos suficientes
Luego pasan muchísimos años y la humanidad ya no vive en esta Tierra. Los hombres viven en otras galaxias.
Pero sucede hermanos, que allí también se gasta la energía, allí también, Señor, se gastan las estrellas y las galaxias.
Y la computadora, que ahora es más potente, responde a la misma pregunta. ¿Cómo detener el desgaste de las galaxias
Pero igual que antes, los datos no son suficientes para tener una respuesta. ¿Quiénes dicen amén?
El ángel oscuro
Y ustedes se preguntarán ¿cómo es posible que la obra de nuestro Padre, se desgaste, que no dure, que hasta las estrellas sucumban y se apaguen como bombillos quemados?
La ciencia le puso un nombre bonito: “Entropía” y con eso quiere decir el desgaste natural del universo.
Ella explica que los vasos se rompan, que el fuego nos queme hasta volvernos cenizas, que las gotas de impurezas conviertan el agua clara en un brebaje venenoso. Por ella volvemos al polvo. Alabado sea el nombre del Señor.
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Pero allá la ciencia y sus nombres. Yo la llamo la obra de Satanás, el rey de la muerte.
El es el ángel oscuro que sabotea continuamente la creación, el que separa lo unido.
Y en el cuento el tiempo sigue transcurriendo y la humanidad va cambiando.
Evoluciona tanto la humanidad que llega un punto que ya ni existen los cuerpos, sólo sus mentes.
Pero la entropía jamás se detiene y va comiéndose el universo por pedacitos. En su nombre, Aleluya.
El día de la última pregunta
Y la pregunta se repite una y otra vez en escenarios cada vez más evolucionados pero la respuesta de la también evolucionada computadora es la misma. No hay datos suficientes para responderla.
Hasta que llega un día, hermanos. Un día final, ¡Oh Señor que echas por tierra las venganzas!
En ese día las estrellas finalmente se apagan.
Ese día del fin, la gran creación del Dios de todos los cielos queda convertida en una sopa.
Y allí en ese oscuro caldo de consumación de radiación uniforme, el universo se enfria como un inmenso cadáver.
Y según el cuento de Isaac Asimov, la materia y la energía se agotaron y así también lo hicieron el espacio y el tiempo.
Y ya no había datos que recoger. ¿Cuántos dicen amén?
La respuesta
Sin embargo, la súper computadora tenía que responder la última pregunta para liberar su conciencia.
Y sucedió, queridos hermanos, que ella convertida en una consciencia sola que flotaba en esa fría oscuridad, aprendió como revertir la entropía. En su nombre.
Luego pensó como había sido todo el universo, como había ocurrido y organizó un programa. Aleluya.
Después, pensó en el caos y dijo, hermanos escuchen con el corazón las palabras que salieron de ella.
¡Hágase la luz! Y la luz se hizo.
¡Alabado por siempre sea el nombre del Señor!”
Con estas palabras, el orador se apartó del púlpito y se dirigió hacia la salida del templo.
La audiencia de fieles esperaba algo más, una interpretación que los ayudara a entender lo que había sucedido.
No hubo explicación. Tal vez porque el evangélico lector de Isaac Asimov, pensaba que así son las epifanías.
Se reciben o no se reciben.
Todavía podía escuchar los aleluyas cuando salió a la calle, y al sentir la luz del sol sobre su rostro vio que era bueno.