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El entusiasmo que muestran los alemanes por las bicicletas cargo dice mucho sobre su voluntad de establecer ciudades más sostenibles. Esta tendencia resulta significativa para un país que afronta multitud de contradicciones en materia medioambiental.

Por una parte ostenta el desarrollo de un poderosísimo sector automovilístico y alta dependencia energética del carbón. Pero, también apuesta por alternativas renovables y vota a partidos que hacen de la cuestión ecológica su principal política.

La bicicleta cargo se impone

Lo que es cierto es que los residentes alemanes han apostado por una tipología muy especial de la bicicleta: La bicicleta cargo. Sólo en 2018 se vendieron más de 39.000 ejemplares en el país. En contraste, tan sólo se colocaron en el mercado 36.000 coches eléctricos.

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Un artículo de Magnet describe el auge de este vehículo de tres ruedas que han escogido las familias germanas para movilizarse. La bicicleta cargo, aunque es pesada, demuestra ser muy útil por su capacidad de llevar pasajeros o mercancías en su contenedor. Una batería consigue hasta 750W de potencia con durabilidad de 72 kilómetros por carga.

Robusta, fácil de aparcar y nunca frenada por embotellamientos, la bicicleta cargo ha sido descubierta como una alternativa eficiente no sólo por los padres en la escuela, sino también por carpinteros, plomeros, fotógrafos e incluso deshollinadores. Sus precios oscilan entre los 2.000 y 5.000 euros.

Subvenciones del gobierno

Su popularidad coincide con los subsidios aprobados por el gobierno para incentivar el Verkehrswende o cambio en el transporte. Alemania diseñó una subvención de hasta 4.000€ para todos los conductores que desearan sustituir su coche convencional por uno eléctrico.

En Berlín, las autoridades se vieron desbordadas por las peticiones, después de que el senado ofertara subvenciones para la compra de bicicletas cargo. Un mil euros para las que tienen motores electrónicos y 500 euros para las bicicletas de pedaleo. En un día, el senado recibió 1.950 solicitudes y tuvo que hacer un sorteo para decidir qué ciclistas podrían ser recompensados.

Se trata de un cambio cultural. El coche se ha mantenido como un poderoso símbolo de estatus y prosperidad hasta bien entrado el siglo XXI. Ahora cotiza a la baja. Lo saben bien los fabricantes: Volkswagen ya comercializa su propia versión de bicicleta cargo eléctrica, por los tiempos que se avecinan.

Si hay una lectura a extraer del fenómeno alemán es que los coches eléctricos siguen muy por encima del poder adquisitivo de la mayoría. La industria se está rompiendo la cabeza para reducir sus costes, pero por las ciudades han decidido emprender su transición sin ellos. Las peatonalizaciones, los carriles bici, los nuevos modelos de urbanismo apuestan por una ciudad menos orientada al coche.

Experiencia liberadora

Un ejemplo tomado de la vida cotidiana, ilustra el uso de esta pujante alternativa. Jan Edler, un arquitecto alemán, ha recogido a su hijo Laszlo de la guardería con una Bullitt. Esta es una bicicleta cargo de construcción danesa. Cuenta con una plataforma lo suficientemente espaciosa como para que quepa el niño de un año y la compra diaria de comestibles.

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El coche familiar, dice, ha estado acumulando óxido desde que invirtió en el vehículo de dos ruedas con armazón de aluminio. En parte porque las bicicletas consiguen evocar las mismas nociones románticas que los coches solían tener: “Me parece una experiencia increíblemente liberadora moverse por la ciudad en una bicicleta cargo”, dice Edel. “Me siento seguro entre el tráfico, y mi hijo tiene algo que mirar”.

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