“¡Tengo que escribir sobre el Encuadernador! ¡Debo escribir sobre el Encuadernador!” Gabriel García Márquez movía la cabeza de un lado a otro en la cama y repetía la urgente afirmación. “¡Tengo que escribir sobre la novela!” Su esposa Mercedes, sobresaltada lo sacudía para despertarlo. “¿Qué te pasa?”, le preguntó. “¡Tengo que escribir!”, dijo Gabo ya con los ojos abiertos. “¿Leer y escribir que cosa? ¡Estás soñando!”, afirmó Mercedes ya con un tono más calmado.

El escritor aún trataba de descifrar lo que estaba ocurriendo. Se encontraba en ese espacio intermedio entre el sueño y la vigilia donde el mundo todavía es vaporoso. El familiar sol de Barranquilla colándose por la ventana lo ayudó a recobrar el sentido de la realidad. “¡Que pesadilla!¡Menos mal era un sueño!” Su esposa le pasó la mano por la frente. “Estás sudando. ¿Qué fue lo que soñaste? Estabas diciendo que tenías que leer algo”

“Si, es un sueño enredado y angustioso. ¿No te molesta que te lo cuente?” Gabo aún respiraba con cierta agitación. “Claro que no mi amor. Además así te tranquilizas, cuéntamelo”

Tienes que escribir sobre el Encuadernador

Para contarlo se tendió de espaldas en la cama mirando el techo. “Estaba en el futuro, era el año 2020.” Ese comienzo le pareció tan interesante a Mercedes, que se olvidó del café que debía montar. “Trabajaba para un periódico que tenía unas oficinas gigantescas y mi jefe era Benny Moré” Su esposa le dijo riendo “¡Que loco!”. “Si, era Benny pero tenía una barba larguísima”, continuó sonriendo el periodista colombiano. ‘Oye Gabo, tienes que escribir una reseña sobre el libro el Encuadernador’, me ordenó. Le dije que no lo había leído, que así no podía escribir nada al respecto. ‘No chico, eso no importa, tienes que escribir sobre ese libro.¡ Si no lo haces nos vamos a quedar ciegos en Colombia!’ Pregunta por ahí, a ver quién lo leyó y escribe hermano. ¡Si no lo haces todos nos volvemos ciegos en este país!’”. La risa de Mercedes lo hizo reír a él también.

“Entonces le pregunté que por qué ese libro en especial. ‘Es la novela más vendida en 2019 y número uno de The Sunday Times. Es el libro revelación en el Reino Unido’, me dijo nervioso.”

Las cajas en Santa Marta

“¿Quieres que me levante y haga café?”, preguntó Mercedes.

“No, déjame terminar el cuento del sueño y nos paramos”, contestó García Marquez. “De pronto estaba en una playa. Era en Santa Marta pero a la vez no era Santa Marta. Allí en la arena había unas cajas del tamaño de una persona y tenían un hueco. Las cajas las cuidaba una mujer que pregonaba unas palabras que no entendía. Al acercarme distinguí que se refería a la novela. ‘¡El encuadernador, el encuadernador!’- gritaba la mujer-¡Meta la cabeza y conozca la historia!¡ El encuadernador!’

“Entonces metí la cabeza en una de ellas y vi un paisaje campestre muy bonito. Y escuchaba una voz que me iba contando. Había un campesino que se llamaba Emmett Farmer que le entregaban una carta. Y la carta era una invitación a aprender el oficio de encuadernador. Como no tenía otra opción el campesino se va a vivir con su maestra que es una viejita. La viejita como que se llamaba Seredith. El caso es que los libros que se hacían en su casa eran como una especie de depósitos de recuerdos.”

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Gabo hizo una pausa para ver si su esposa lo seguía. Sabía que una de las cosas más difíciles en la vida es contar un sueño. Satisfecho, comprobó en su brillante mirada que el hilo del sueño no estaba perdido.

Perder los recuerdos

“Y así quien quería olvidarse de algún episodio incómodo acudía a los encuadernadores. Ellos guardaban esas vivencias en una especie de biblioteca del olvido. Allí permanecían guardados los olvidos en una cripta bajo el taller. Pero un día el campesino Emmet descubrió su nombre en uno de los libros.”

Como en este punto el escritor se quedó callado, su esposa le pidió que continuara. Pero Gabo dijo: “No recuerdo más.” “Pero tu te levantaste diciendo que tenías que escribir. ¿Qué pasó después?” Mercedes le increpó.

“Creo recordar con vaguedad que el muchacho se enamora o algo así. No te sabría decir.Lo de los recuerdos guardados si me impresionó. Con la cabeza metida allí pensaba en lo que implicaba perder parte de nuestra memoria. Me di cuenta que lo más importante de la novela debía estar en eso. A lo mejor por eso despertaba tanto interés en los lectores. ¿Te imaginas el hueco que dejaría perder las enseñanzas que deja el dolor porque lo olvidas? Ese debe ser el tema de la novela el Ecuadernador”

“¿Y qué más?”, volvió a la carga su esposa.

“Más nada. Saqué la cabeza de la caja y me fui corriendo a la oficina. ¡Ah ya recuerdo! En el camino iba perdiendo la visión. Todo se veía opaco. Por eso estaba tan angustiado, porque tenía que escribir para salvar a los colombianos de la ceguera.”

“Ustedes los escritores están locos y tienen sueños muy raros”. Afirmó Mercedes y se levantó para preparar un tinto.

 

Manzur Dagga Condesa Nasar Dagga CLX